Estamos viendo la televisión en casa. Un día... y otro... y otro más. Nos acostumbramos inexplicablemente a ingerir imágenes dolorosas sobre los hechos más execrables que acontecen en otros rincones del mundo a diario. Y ya nada nos remueve; nada nos conmueve.
Hemos convertido nuestras almas en objetos lavables; es igual lo que presenciemos... El chubasquero con el que nos vestimos a diario es suficiente para que resbale sobre él todo lo que podría inquietarnos y hacernos actuar. Es un chubasquero maldito, que además de protegernos de las desgracias humanas ajenas, también se convierte en nuestra camisa de fuerza; nos está impidiendo actuar. Nos apalanca, nos aburguesa... y no permite que lo cambiemos por otro traje, el de la empatía, para acercarnos a aquellos que padecen torturas a diario y ayudarles.
Sí hay solución para muchos conflictos internacionales. Sí se puede hacer algo por las gentes de Gaza. Lo que pasa es que no queremos... o más bien, que nos cuesta querer, sumidos como estamos en nuestros "mini-mundos" personales y cotidianos.
Sin embargo, a veces, una imagen en particular o una frase concreta hacen saltar la chispa de nuestras conciencias. Es como un jirón que se hace en el chubasquero maldito.
Y entonces, te paras... detienes todo aquello que se mueve en ese mini-mundo tuyo para empezar a vestirte con el traje de la empatía. Te asomas al mundo. Y reflexionas.

Algo se ha de poder hacer para detener el genocidio. Hay herramientas al alcance de nuestras manos... y debemos usarlas.

La franja de Gaza es un territorio habitado por más de un millón y medio de personas. Con una superficie no más extensa que la isla de Gomera, constituye la cárcel más grande del mundo. Una cárcel que aprisiona a una sociedad cuya edad media apenas alcanza los 15 años.

Este territorio, poblado por los descendientes de los refugiados de 1947 (año en que la ONU creó el estado independiente de Israel, en territorio palestino), permanece asediado desde los primeros días de su existencia.
En 1948, Egipto aprovecha la contienda árabe-israelí para ocupar la Franja, cuya administración mantuvo durante casi 20 años. En 1967, tras la Guerra de los Seis Días, los israelíes reconquistan la zona.
No es hasta 1994, con los Acuerdos de Oslo, cuando la Autoridad Nacional Palestina obtiene el "control" del 80% de la superficie de la Franja. Esa autonomía postiza se empieza a evidenciar pronto en la sociedad palestina. Con la intervención israelí en las fronteras, el espacio aéreo y marítimo, su independencia no es real. Ellos no quieren "migajas"... necesitan sentirse libres.
Y así, en el año 2000, se produce el levantamiento palestino (la famosa Intifada), la lucha de las piedras contra los tanques. Pero Israel, el prepotente Israel, no puede tolerar un ataque contra su indiscutible hegemonía. Da igual si una piedra provoca una brecha, mientras que un disparo ocasiona la muerte.

Israel organiza durante más de 5 años constantes incursiones en represalia a la rebelión palestina y "se caga" en su Plan de Desconexión, que no es más que un juguete que ofrecer a las "presiones internacionales" para frenar sus demandas de paz.
Llega el 2006... y Hamás gana las elecciones democráticas, en un limpio proceso electoral supervisado por los organismos internacionales y las potencias políticas más poderosas a nivel global. Obtienen 2/3 de los votos emitidos y, como premio, esas grandes potencias retiran las ayudas humanitarias que suponen la tabla de salvación de la gran mayoría de la población palestina. Su recelo por las intenciones de Hamás se convierte en el perjuicio con el que mortifican a los civiles.
Israel se une a la fiesta y pone en marcha el bloqueo económico y comercial.
Ya poco importa que la Franja sea una tierra próspera y fértil. Los ricos cítricos que cultivan abundantemente no tienen salida fuera de sus fronteras. Tampoco éstas se abren para recibir otros productos. Los palestinos quedan sometidos al llamado "castigo colectivo". La ayuda humanitaria llega "por goteo"... la escasez de alimentos, medicamentos, material escolar... el déficit de los productos más básicos, es el arma con que Israel mantiene ahora el control de los eternamente oprimidos.
Porque, al igual que D. Quijote veía gigantes donde sólo había molinos, Israel... David... ve a Goliat donde simplemente hay una sociedad que demanda lo que es esencialmente suyo.
Y como nunca es suficiente para David... el 27 de Diciembre del pasado año (hace apenas un mes), avanzó un paso más en sus pretensiones genocidas.
Comenzaron los bombardeos indiscriminados; primero fueron los acuartelamientos, después... los edificios ministeriales, el parlamento o el zoo... más tarde, la sede de la Media Luna Roja. Y entre medias, muchos civiles.
Israel justifica sus ataques manifestando que protege a sus ciudadanos de lo que ellos consideran una organización terrorista, Hamás.
Hace unos días decretaron el alto el fuego. Pero no han sido más que palabras arrastradas por el viento; la nueva excusa para los últimos bombardeos son los túneles de la frontera sur. Según Israel, éstos sirven como medio de aprovisionamiento de armas y munición que obtienen del vecino Egipto. Tal vez lo hayan empezado a ser ante la necesidad de defensa que está surgiendo. Antes, no fueron más que el vehículo de obtención de productos básicos con los que contrabandear ante el bloqueo impuesto por el opresor.
Pero los actos y las imágenes nos dan la versión original y auténtica de lo que verdaderamente sucede allí: lamentablemente, para Israel todos los palestinos son el enemigo.


Y lo peor de todo este asunto es pensar en lo fácil que es perder la memoria histórica y con ella, la solidaridad y la capacidad para ser simplemente "humano"

Ya son más de 1300 muertos... STOP AL GENOCIDIO!!