lunes, 22 de septiembre de 2008

Paisaje desolador

Con la imagen de unas calles cosladeñas arrasadas por el agua, he regresado esta mañana a casa con el sabor agridulce que te deja lo apasionante de una intervención muy distinta a las habituales junto con el pesar de no haber podido hacer nada por la mujer que ha perecido arrastrada por la riada.





Se aprende mucho de estas experiencias. Una se da cuenta de lo diminutos que somos los humanos ante el potencial de las fuerzas de la naturaleza y... además..., aprendes lo difícil que es trabajar cuando el escenario en que se desarrolla tu actividad es caótico.



Las calles anegadas prácticamente imposibilitaban el acceso a la zona en que se hallaba la víctima. Pudimos llegar a duras penas, tratando de mantener el equilibrio entre las corrientes de agua; nos pusimos de inmediato con las técnicas de RCP avanzada y, a pesar de todo, esta vez no ha podido ser. Pintaba que el pronóstico iba a ser poco positivo desde el primer momento y, efectivamente, así ha sucedido.


Seguramente, ha estado demasiado tiempo aspirando agua. Seguramente, nada se podía hacer por ella. Pero, cuando se intenta y no hay ningún síntoma de mejora, te invade la rabia por no haber tenido la posibilidad de que las circunstancias fuesen más favorables.



Después, llega el análisis: de vuelta, completamente empapados, con charcos y lodo dentro de nuestras botas y los equipos y material de asistencia calados, vemos lo que el líquido elemento ha provocado en una ciudad aparentemente tan invulnerable como Coslada. Una ciudad del "primer mundo".




Siempre crees que las imágenes de las tormentas tropicales quedan lejos de tu día a día. Hoy, el pavor se ha apoderado de muchos y nos hemos dado cuenta de que todo nos puede tocar.

Debemos ser conscientes de que el planeta nos está lanzando un terrible mensaje.

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