lunes, 21 de diciembre de 2009

Movimiento indoor

Me he despertado con la primera nevada en mi zona. Esta vez, las previsiones han sido muy exactas, a pesar de lo cual, Madrid se ha petado una vez más y se han vuelto a producir atascos, cortes en el transporte público e, incluso, la cancelación de vuelos en Barajas.




A mí me da igual. Bueno, no es eso exactamente; es que no me afecta y, si lo hace de alguna manera, es en mi favor. Y me explico:

Dado que en días como estos no se puede pedalear ni corretear por ahí fuera, hay que tirar de entrenamientos entre paredes. No es lo más agradable que se puede hacer pero bueno, ya disfruté ayer de mi sesión de 60' de fartlek a mediodía, con un sol maravilloso y nada de viento que, a pesar de la baja temperatura, hacía muy gozosa la salida.
Hoy el panorama era completamente distinto. Me quedaban dos sesiones para acabar la semana: una de bici (que habría que sustituir por spinning o rodillo) y otra de agüita, que se coge con ganas, teniendo en cuenta la que cae en el exterior.

Pues bien, resulta que el común de los mortales, en días como este hace de la pereza su mayor aliada, para evitar pasarse por el polideportivo. Así que, llega el momento del disfrute de los incondicionales quienes, bien enfundados y equipados, tiramos con nuestros trastos hacia el gimnasio y la piscinita para cumplir con nuestras "autoimpuestas obligaciones", en medio de un escenario en calma en el que rápidamente se hace notar la ausencia de esa clase de pseudodeportista tan molesto, que yo suelo calificar como "pre-turronero", "post-turronero" o "pre-playa" según el momento del año.

Y así, con la única compañía de los temas de mi mp3, he cumplido con la sesión de bici. He estirado y me he metido en el agua, para los 2500 con bastante técnica en una piscina en la que hoy faltaban las olas de quienes han sido vencidos por los atascazos o, tal vez, la desidia.

Con lo cual, una vez más, me congratulo por la enorme suertaza que tengo al poder saborear esos instantes matinales de calma y tranquilidad en horas en las que, muchas personas, desgraciadamente para ellos, intentan mantener sus nervios templados mientras observan el avance de las agujas del reloj en sus coches, formando hileras infinitas sobre el asfalto teñido de blanco.




Y es que hablan de cuánto gusta la nieve. Pero seguro que hay muchos que la maldicen mientras yo pedaleo observando cómo se derrite poco a poco al otro lado del cristal.

Creo que este va a ser todo mi premio de lotería. Mañana habrá muchos que brinden al tiempo que agitan un papel con 5 números sobre sus cabezas... pero yo ya he ganado mi premio: el tiempo libre del que dispongo para exprimir según mis deseos.
A mí me parece suficientemente valioso... ¿y vosotros, qué precio le ponéis al vuestro?